El Poder de la Memoria

Viendo a mi padre sumergirse lentamente en un mundo sin memorias, me pregunto a menudo qué nos hace ser quienes somos. Aún sin memorias, siento los afectos de mi padre, quien mantiene su siempre sagaz sentido de humor e intuye la gente que lo rodea: los afectos quedan marcados más allá de la memoria.

Recordamos todo un año de eventos, pero más allá de los números que nos exige un mundo que se ha acostumbrado a medir las cosas cuantitativamente, como quien demuestra así su éxito, en mi memoria quedan fundidos los nuevos sentimientos, nuevas y profundas amistades que comparten los mismos sueños inigualable energía de un equipo, mi equipo, incansable.

Todo el arte que hemos compartido con ustedes, todos aquellos eventos a los cuales han asistido, nos unen irremediablemente. Risas o lágrimas, interrogantes que nacen, respuestas que se encuentran. Sentir, sentir, sentir…vivir. Si lees este artículo es porque el arte ya es parte de tu vida, y perteneces a esta maravillosa familia. Compártela con alguien y trae a nuestros espacios a quien veas que no se da el tiempo de apagar la incansable cadena consumista y electrónica del siglo XXI. Los artistas derraman sus esencias en escena para mantenernos sintiendo: regalo mágico e imposible de medir.

Levantamos muros y cubrimos nuestro corazón para que no nos hieran, sin darnos cuenta que dejamos fuera el dolor pero también el amor. Al atrevernos a sentir en la intimidad del arte, devolvemos la esencia a nuestra esencia. Luisa Fernanda me removió el alma mientras compartía con ella los dolores del amor y del desamor. Tener el coraje de volver a sentir y mantenernos sintiendo. Sentir, sentir y sentir… vivir. Cuando la memoria nos ataque, como dijo algún sabio: “¿de qué nos servirá ser el muerto más rico del cementerio?” La sonrisa eterna vendrá de saber que amamos cuanto pudimos.

El poder de la memoria queda anulado cuando nos gana el miedo y lo desvinculamos de nuestro derecho a sentir, a elegir, a hablar y a comunicar. Sin palabras no asimilamos lo que sentimos, lo que vivimos. Atacar nuestra posibilidad de comunicarnos es atacar nuestro derecho a sentir. El poder de la memoria viene irremediablemente atado al poder de elegir nuestro presente y consecuentemente nuestro futuro.

Borrar nuestro derecho a hablar borra nuestro derecho a sentir y borrará nuestro derecho a pensar y a elegir. Borrará nuestra esencia y, cuando las memorias se desvanezcan, quedará un esqueleto absurdo e innecesario. ¡Habla, siente, vive! Y eso nos regala el arte…
Por eso, hoy recuerdo cuanto puedo, para decir lo que debo.

 

Chía Patiño, Directora Artística Ejecutiva

 Enero 2011

DESDE EL TEATRO #59